Ser consecuente, ¿eso qué es?
Nada es inocuo, tras cada acción sucede algo
La primera vez que escuché a alguien decir que “nada es irrelevante”, no le di demasiada importancia. De hecho, en lo profundo de mi ser, lo negué o preferí ignorarlo.
Tiempo después, esa misma persona volvió a mencionarlo en relación con las consecuencias de una decisión que tomé. De nuevo, me comporté como si no fuera algo que me concerniera: me hice la ciega y la sorda.
Han pasado muchos años desde entonces, y solo ahora comprendo algo tan obvio como que todo, absolutamente todo, genera consecuencias. Me ha tomado mucho tiempo llegar a esta claridad, pero finalmente lo entiendo.
Incluso respirar tiene un impacto
Desde respirar, comer o dormir hasta hablar, actuar, amar o simplemente decidir no actuar, comienzo a darme cuenta de que cada pequeño gesto tiene consecuencias. Nada permanece igual, ni siquiera ante la acción más insignificante.
Por ejemplo, al desenvolver un alimento y tirar el envoltorio, este no desaparece mágicamente. Pasa por un proceso, ya sea de reciclaje (si lo hemos depositado en el lugar adecuado) o de descomposición con el tiempo. Incluso si lo guardamos, el paso del tiempo lo transforma.
Con esto en mente, empiezo a reflexionar que cada acción que realizo, por pequeña que parezca, puede tener un impacto significativo a posteriori. Y no solo soy responsable de ello, sino que también experimento las consecuencias, ya sea de forma directa o indirecta, a corto, medio o largo plazo.
No es que haya tenido una epifanía repentina, pero al pensar en ello, se vuelve evidente que cada acción provoca una reacción: en nuestro entorno, en nuestro cuerpo, en nuestra mente o en nuestras emociones.
La importancia de ser consecuente: un camino, no un peso
De pronto, la idea de ser consecuente toma un nuevo significado. Ahora entiendo que ser consciente de las consecuencias de mis palabras, gestos, acciones e incluso pensamientos puede actuar como una especie de brújula en mi vida.
Cuando me detengo un instante a reflexionar sobre las posibles repercusiones de mis actos, pero sin obsesionarme, me doy cuenta de que mis decisiones se vuelven más acertadas y alineadas conmigo misma y con mi entorno. Mis acciones dejan de ser automáticas y se convierten en gestos conectados con la realidad.
Agradezco que estas reflexiones hayan llegado a mi vida, como una especie de señal que me guía. Quizás sean los años vividos o el encuentro conmigo misma a través de la meditación y la introspección, pero lo cierto es que me siento agradecida.
Gracias.